Sí. Esta es la pregunta que se hace en uno de sus últimos libros, el prestigioso intelectual estadounidense, Noam Chomsky. Una pregunta que también tendrían que hacerse los analistas internacionales que pueblan de cuando en vez los canales de televisión y las radios. Buena parte de ellos relatan los sucesos internacionales como si fuera un partido de fútbol y ellos, los árbitros con neutralidad pretendidamente científica.
Como si hoy en el tablero mundial cada país pesara lo mismo que los otros y ninguno tuviera especial poder y supremacía. La época de la mentira, la hipocresía y el cinismo, no es tomada en cuenta por esos analistas. Estados Unidos bombardea Siria (59 misiles), pero qué importa, está justificado; sin embargo, no tienen pruebas de que haya sido el gobierno sirio el que desató el ataque con gas sarín.
El ritual informativo incluye las lágrimas de cocodrilo de la Sra. Ivanka de Trump por la muerte de niños en ese ataque. Misma actitud tuvo Federica Mogherini, Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, quien describió ese ataque como “horrible”, insistiendo en que hablaba en “primer lugar como una madre”.
Dos semanas después, otro cobarde ataque de Isis o Al-Nusra (supuestos “rebeldes” y “moderados”), envían a un atacante suicida que se acerca al bus de los refugiados ofreciendo galletas y papas fritas para los niños. En ese bus va población de civiles chiíes que huyen muertos de hambre del asedio de los terroristas anti-Assad, armados algunos por Occidente.
Las imágenes que llegaron de ese ataque: cuerpos volados en mil pedazos de bebés y niños envasados en bolsas negras. ¡La foto del fotógrafo llorando por los niños que allí ofrendaron sus vidas, por un conflicto que ellos no han creado, dio la vuelta al mundo. Pero, claro, ese ataque no merecía la consideración de los “sentimientos maternales” ni de doña Ivanka ni de doña Federica. Ninguna mención ni ninguna lágrima desde la Casa Blanca, la Unión Europea u otros centros de poder.
De las pocas voces distintas, la del Papa Francisco, que calificó a este último como un ataque “innoble” y llamó a orar por “Siria amada y mártir”.
Claro pues, lector/lectora, si estamos en la nihilista era de la pos verdad, donde se manipula a gusto de los que mandan, el lenguaje y las imágenes: hay muertos por los cuales sí hay que reclamar y llorar si es necesario, siempre que sean obra de “los enemigos”; pero hay otros, por los cuales no vale la pena declamar ni llorar, porque son producto del fuego de nuestros “amigos” (lo que los militares norteamericanos acostumbran llamar “daños colaterales”).
Bonita cosa, ¿no le parece? Aunque las mismas Naciones Unidas no han certificado que el responsable del ataque con gas sarín sea el gobierno sirio, Estados Unidos como buen imperio, se adelanta. Porque ellos, lo sabemos a lo largo de nuestra historia “independiente”, están por sobre el derecho internacional y además, por sobre el bien y el mal.
No solo eso. Días después prueban tranquilamente la mayor bomba no nuclear en tierra afgana. Y de nuevo los analistas, en vez de condenar el hecho, se llenan de conversaciones sobre las “cualidades” de aquella poderosa bomba y sus efectos disuasivos.
Ojo, son los únicos que pueden hacer eso a nivel mundial, porque sus intereses “superiores”, son los únicos intereses que están por sobre todos los demás y deben ser preservados, aunque para eso, tenga que morir mucha gente.
No importa, lo harán por una buena causa, aunque no lo sepan. Bonita cosa, ¿no le parece? ¿Porqué esos analistas no dicen que Estados Unidos hoy por hoy, no solo es la única superpotencia, sino además que se comporta como un imperio?
Sí, existen países también poderosos, que pueden considerarse potencias, por sus capacidades científico-técnicas, militares, económicas o por su población. Pero el único país con mentalidad imperial, sigue siendo EEUU (bueno quizá también tiene algunas réplicas en Medio Oriente).
¿Se imagina usted algún otro país del mundo invadiendo, lanzando misiles o bombas de calibre contra otro, de un día para otro?
Y eso que Trump reconoció en su campaña la responsabilidad de Estdos Unidos en una serie de guerras, intervenciones y derrocamientos de gobiernos no gratos para ellos, y prometió, promesas son cualquier cosa hoy en día, sacar a su país de esa lógica guerrera e imperial. Ya vemos que le duró bastante poco el impulso.
Y lo vamos sabiendo en nuestra América nuevamente. La manipulación del lenguaje y mediática tiene aquí su asiento también. Se puede ver con el ascenso de gobiernos derechistas, como el de Brasil, corruptos y neoliberales juzgando a otros pretendidamente corruptos, Argentina o Paraguay, por no mencionar a Colombia. Entonces, Estados Unidos vuelve a considerar su doctrina respecto a todos nosotros, no debemos olvidar que somos “su patio trasero”.
Y de nuevo usted ve cómo se planean especiales ejercicios militares desde Brasil, Argentina, Perú, con el agrado y apoyo del Ejército estadounidense, obviamente. De nuevo los militares están tomando protagonismo al alero de su alianza con las élites de poder de siempre.
En Argentina, Macri los intenta liberar del pago de cárcel por sus felonías y crímenes. Temer, político corrupto y traidor, agasaja a sus FFAA y las vuelve a poner en la órbita de los Estados Unidos.
Dígame, ¿puras casualidades no más del destino? Todos ellos, obedientes castigadores de Venezuela en ese “ministerio de colonias”, como le llamaban a la OEA. Pero no tocan a México, a pesar de su degradante situación. Tampoco a Colombia, donde siguen los asesinatos de líderes sociales por fuerzas paramilitares poniendo en peligro la frágil paz lograda. Países con democracias de cartón, podríamos decir.
Ni a otros lugares que merecerían quizá también las advertencias del inquieto Sr. Almagro. Pero, bueno, no olvidemos que estamos en la era de la pos verdad. No pues, a los gigantes del norte no les interesa que América Latina sea más autónoma e independiente en sus políticas, posiciones y decisiones.
Al norte poderoso e imperial no le gustaría ver a una Latinoamérica unida y forjando criterios de acción en común, más allá de sus diferencias (como sí han podido hacerlo los europeos) y abriendo sus países y mercados a otras potencias del mundo. Hay que hacer fracasar Unasur, Celac, MERCOSUR, Alba.
Es decir, cualquier instancia de integración regional con criterio latinoamericanista que se pare sobre sus propios pies con dignidad, autonomía y decencia. Las palabras del actual presidente del Perú en la Universidad de Princeton este año, son decidoras de esta posición entreguista que retorna a nuestro continente, y que uno podía creer ya de otra época.
Allí manifestó que “EE.UU. se enfoca en aquellas áreas donde hay problemas, como Oriente Próximo. No invierte mucho tiempo en América Latina, pues es como un perrito simpático (sic) que está durmiendo en la alfombrita y no genera ningún problema”.
A excepción, cómo no, de Venezuela y Cuba. La posverdad y la manipulación se combinan además, con dosis elevadas de amnesia histórica.
Fíjese que la oposición supuestamente “democrática” de Venezuela, genera violencia y muerte en cada manifestación (más de treinta van desde sus expresiones callejeras de la primera semana de abril, sin contar los heridos y la destrucción de bienes materiales, incluido un hospital de niños), pero nuestros objetivos medios de comunicación y de prensa, no lo dicen, no lo reconocen y además, tienen el descaro de atribuírselas unilateralmente al gobierno venezolano. Sostienen que Maduro dio un golpe de Estado. Bien curiosa la cosa, ¿no le parece?
Al parecer los que así hablan no han tenido la “fortuna” de vivir ningún golpe de Estado. Los medios no informan que apenas asumió la nueva Asamblea Nacional opositora, lo primero que hizo fue desconocer al gobierno, declararse en rebeldía e intentar derrocarlo lo más pronto posible (el Sr. Allup por ejemplo, decía que se daban un plazo de 6 meses para hacerlo) .
Pasados los seis meses, la Asamblea Nacional acordó realizar en octubre del 2016 de manera ilegal, un juicio político contra el presidente Maduro, juicio que tuvo lugar en una sola sesión y por el cual decidió su destitución y la convocatoria a elecciones en treinta días.
En ninguna de las dos ocasiones, ni la OEA, ni la prensa “seria”, ni el Departamento de Estado dijeron algo sobre esa clara ilegalidad.
Bueno señores, entonces ¿quienes son los golpistas, quienes son los que desconocen las instituciones existentes? Por favor, el cinismo y la hipocresía no tienen límites; se han convertido en armas de guerra. Parece que se olvida, raro olvido, que el año 2002 ya se intentó un golpe de Estado, en el cual Chávez fue apresado y asumió por unos días, un señor empresario de presidente. Si no hubiese sido por el apoyo popular que tenía Chávez y la existencia de sectores leales en las FFAA, ese golpe se habría consumado. Con el beneplácito obviamente de la OEA, el Departamento de Estado y algunos gobiernos latinoamericanos, entre los que se contaba, tristemente, el del “socialista” Sr. Lagos.
Eso que allí se tenía una nueva Constitución, correctamente plebiscitada con apoyo mayoritario de la población y que, el mismo chavismo, había ganado las elecciones también con un enorme apoyo popular y sin irregularidades.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿cuándo los métodos democráticos son correctos y cuándo no?
Cuándo los muertos son seres humanos que ameritan se tenga compasión por ellos y no meros “daños colaterales” en una guerra no declarada? ¿El único criterio de valoración estará válidamente conectado sólo con intereses de poder y de ambición por riquezas y recursos naturales?
Si así fuese, ¿no estaríamos entonces frente a una degradación y manipulación de la cultura que, reducida a libertad de mercado y darwinismo social, termina sustituyendo la verdad por la manipulación de la información, por la ficción que favorece al poder, para terminar siendo pura propaganda?
Columna publicada el 9/5/2017 en Cooperativa
Disponible también en: http://opinion.cooperativa.cl/opinion/internacional/quien-domina-el-mundo/2017-05-09/065045.html