Por Esteban Valenzuela
Ya es sentido común: ante la falta de diálogo y mediación, ante la ausencia de política, la judicialización es el camino de los endurecidos.
Si se ha dicho “corredor si Perú no veta”, “corredor o puerto enclave con compensación”, “gas por mar” y otras frases para el bronce, es el momento de darse tiempo, un alargue antes de la ruleta rusa de los fallos de La Haya. A menos que la soberbia afirme certezas banales.
Lo lógico es que Bolivia congele por un lapso –seis meses, por ejemplo– la presentación de su querella, y que en consecuencia con la agenda de trece puntos, donde se incluye el tema marítimo, los dos países o sus “dirigentes” dialoguen con intensidad sobre caminos plausibles de entendimientos sinceros, fraternos y pragmáticos con puerto para Bolivia.
La lírica de este proceso es antigua: ser huemul y no sólo cóndor (la Mistral), latinoamericanismo (Almeyda), norte para todos (Bitar), compensación crecedora (Hales, Ibáñez y Siles Suazo), respeto y restablecer relaciones ahora (Lagos), mar a cambio de integración energética (Meza), mar con soroche (Ajens), solución con la izquierda (Mercado).
Lo otro es escribirle al Papa Francisco. Él estaría feliz de colaborar. Ama a Chile y a Bolivia, conoce el vino de Tarija y el carmenere de Colchagua, lee a sus jesuitas hermanos Fernando Montes, de la Hurtado, y Xavier Albó, el culto investigador jesuita boliviano que sabe de ruralidad y de las comunidades indígenas. Nada malo saldría de esta mediación. Mejor que La Haya, lo aseguro.
Es tan extraordinaria la posibilidad de cooperarnos entre chilenos y bolivianos que debemos ser atrevidos. No sólo Chile, Bolivia debe poner sus cartas sobre la mesa, lo que quiere, a lo que está dispuesta. Y que los pueblos decidan en plebiscitos. Yo sé que ganamos. ¿Quiénes? El juego será de suma positiva, no hay duda.